lunes, noviembre 13, 2006

Ciencia y religión: la visión de Carl Sagan y Ann Druyan

En su página Cosmic Blog, Alan Boyle ha publicado (en inglés) una interesantísima entrevista que realizó a Ann Druyan, la viuda de Carl Sagan, en la que trata sobre la complicada relación entre la religión y la ciencia y las opiniones que al respecto mantenía el genial astrónomo. He aquí mi traducción de la misma.

Los evangelios de la ciencia

Hay toda una nueva inundación de libros sobre la relación entre la ciencia y la religión, y de la misma forma en que los diversos evangelios cristianos apuntaban a audiencias diferentes, lo mismo sucede con ellos. Por un lado, “La Creación” de E. O. Wilson se dirige a los creyentes, mientras que por otro lado, “La ilusión de dios” de Richard Dawkins convoca a los no-creyentes a montar un ataque a toda escala contra la religión.
”Carl_Sagan”

Carl Sagan


Quizás el evangelio más difícil de categorizar provenga de alguien que abandonó este enredo mortal hace ya 10 años: el astrónomo Carl Sagan, cuyas conferencias sobre la ciencia y la religión fueron publicadas la semana pasada en un libro titulado “Las variedades de la experiencia científica” (en inglés: “The Varieties of Scientific Experience”). Estas charlas fueron dadas originalmente en Glasgow, en 1985, como parte de las Conferencias Gilford sobre la Teología Natural (la misma serie de conferencias que, allá por 1902, dieron origen a “Las variedades de la experiencia religiosa” de William James).

Aunque las observaciones de Sagan tienen ya más de 20 años de antigüedad, tratan con habilidad con las actuales controversias acerca del diseño inteligente, de los orígenes cósmicos y del papel de dios en el universo. De hecho, a menudo sus palabras suenan como si hubieran sido dichas hoy:

“Si existiera un dios creador, ¿preferiría él o ella (o cualquiera que sea el pronombre correcto) a un tonto cabeza hueca que lo idolatra mientras no comprende nada? ¿O preferiría acaso que sus seguidores admiraran al universo real en toda su complejidad? Yo sugeriría que, al menos en parte, la ciencia es una adoración informada.

Mi creencia más profunda sostiene que si existiera algo así como un dios de tipo tradicional, entonces nuestra curiosidad y nuestra inteligencia provienen de ese dios. Seríamos desagradecidos con esos dones si suprimiéramos nuestra pasión para la exploración del universo y de nosotros mismos. Por otro lado, si tal dios tradicional no existe, entonces nuestra curiosidad y nuestra inteligencia son herramientas esenciales para manejar nuestra supervivencia en un tiempo extremadamente peligroso.

En cualquier caso, la empresa del conocimiento es seguramente consistente con la ciencia; también debería serlo con la religión, lo que resultaría esencial para el bienestar de la especie humana”.


Ann Druyan, la viuda y por largo tiempo colaboradora de Sagan, es la publicadora de sus escritos póstumos, con la fuerte asistencia científica del astrofísico Steven Soter. Druyan me dijo que no había cambiado ni una sola palabra de las conferencias de Sagan. Más aún, dijo que las actualizaciones han sido confinadas a las ilustraciones y a las notas al pie, incluyendo una en relación con los últimos descubrimientos de la nave Cassini en Titán.

Sagan había especulado sobre la posibilidad de que se pudieran descubrir océanos de hidrocarburos en la luna de Saturno, y por algún tiempo pareció que esas expectativas no llegarían a fructificar. Sin embargo, justo antes de que el libro entrara en prensa, los datos de Cassini confirmaron que sobre la superficie de Titán había una multitud de lagos de hidrocarburos.

“Obviamente, si se hubiera equivocado, él habría deseado que lo dijéramos, en lugar de pretender lo contrario”, dijo Druyan. “Pero al final resultó que también había acertado en eso”.

Desde la muerte de Sagan en Seattle en 1996, después de una batalla de años contra una condición de pre-leucemia, Druyan ha sido la guardia de la llama de Cosmos. Aunque ha sido honrada con el título de “una de las más notables ateas del mundo”, siempre encontré que sus creencias (y las de Sagan) eran muy difíciles de catalogar. Quizás yo no sea lo suficientemente ortodoxo. Pueden juzgarlo ustedes mismos, sobre la base de estos extractos de nuestra conversación de la semana pasada.



Boyle: Stephen Jay Gould habló sobre la idea de los “magisterios no superpuestos”; es decir, la idea de que había cosas a las que se dirigía el impulso espiritual y que no eran susceptibles de un análisis científico desapasionado, y que había cosas relacionadas con la investigación científica para las que las religiones tradicionales no estaban equipadas como para juzgarlas. ¿Eso es algo que se viera reflejado en lo que Carl tenía que decir?

Druyan: Carl amaba a Steve, tal como yo. Recuerdo un día tremendamente conmovedor, durante el último mes de vida de Carl, cuando fuimos a visitar a Steve a Nueva York, y yo dejé solos a los dos hombres durante la tarde. Cuando regresé por Carl, lo encontré radiante. Mientras caminábamos hacia la puerta, pregunté: “de qué estuvieron hablando”. Y Carl respondió: “del amor”, y me sonrió. De modo que mi respeto hacia Steve, como científico, como ciudadano y como educador, es enorme.
”Ann_Druyan”

Ann Druyan


Sin embargo, estoy en completo desacuerdo con la noción de los dos magisterios, y creo que Carl también lo estaría. Porque hace surgir algunas preguntas: ¿Está bien estudiar científicamente las religiones aztecas o babilónicas? ¿Existen únicamente dos magisterios cuando sucede que la religión en cuestión tiene un montón de devotos vivos? ¿Por qué debería cambiar mágicamente en el caso de que toda la gente que suscribe a esa religión no exista más? Ese es el problema con esta idea de “los dos magisterios”.

Si miramos hacia atrás en la historia de la ciencia, hasta Copérnico, no había necesidad de los dos magisterios. Quizás Giordano Bruno sea la excepción que confirma la regla. Pero prácticamente todos los científicos tenían una profunda fe religiosa, en el sentido convencional. Y si se observa a las más grandes figuras de la historia de la ciencia, todos ellos tenían una religión ya fuera como trabajo o como actividad subsidiaria, tal como Copérnico.

Incluso mucho después, el joven Darwin iba a ser un religioso anglicano. Si se mira a Isaac Newton, era un religioso apasionado, tal como Kepler. Deseaban utilizar la ciencia para leer la mente de dios. Usaban a la ciencia porque era el medio más poderoso a su disposición para continuar esa búsqueda sagrada.

Únicamente fue necesario construir un muro alrededor de la religión después de la moderna revolución científica, cuando apareció este conflicto obvio entre la visión tradicional de la creación y una Biblia que habla sobre “el” mundo, aparentemente ignorando el hecho de que la Vía Láctea contiene cuatrocientos mil millones de Soles, cada uno de ellos con su séquito de planetas y lunas. Hablar de “el” mundo suena como si se estuviera atado a la Tierra, y muy confinados al conocimiento del universo que se tenía hace miles de años.

Es únicamente cuando la versión religiosa de la realidad natural se hace insostenible, cuando la gente religiosa dice: “No miren a la religión desde una perspectiva científica”. Y sin embargo, es casi como si se prefiriera una ficción consensuada a la comprensión más profunda de la que somos capaces. Si realmente se tuviera tal sensación de sobrecogimiento, y humildad, y admiración y maravilla sobre la grandeza de la naturaleza y del cosmos, entonces se desearía conocerlo tan íntimamente como se pudiera. No es como si hubiera una voz interior que nos estuviera diciendo: “Aparten sus ojos. Es posible que se demuestre que nuestros conceptos originales están equivocados”.

Creo que esa es la tragedia que Carl y yo observamos hace 15 o 20 años. Cuando la ciencia comenzó a entregar estas revelaciones sobre la verdadera grandeza del cosmos, que es mucho más grandioso de lo que nadie imaginara, las autoridades religiosas no dijeron: “¡Esto es extraordinario! ¿No hay un único mundo? ¿Nos están diciendo que hay miles y miles de millones de mundos? ¡Vaya, es fantástico!”. No. En cambio dijeron: “Queremos que todo siga siendo local. Queremos seguir manteniendo esta concepción local, porque deseamos que las cosas sigan siendo pequeñas”.

Creo que hay un único magisterio, y que esa es la grandeza de la naturaleza. Y si no comenzamos a sentir profundamente estas revelaciones de la ciencia, de la misma forma en que sentimos profundamente las diversas ideologías religiosas, entonces tendremos grandes problemas.

Boyle: ¿Qué clase de problemas?

Druyan: Un ejemplo, por supuesto, es que la ciencia hizo posible que enviáramos emisarios robóticos para alcanzar la órbita de Neptuno y desde allí mirar hacia atrás, hacia la Tierra, y verla como ese diminuto “punto azul pálido”, tal como dijo Carl, en lugar de verla como el centro del universo. Ahora bien, cuando se observa esa Tierra de un píxel, la primera cosa en la que se piensa es en la unidad de todos sobre ella, y en la tragedia de los ríos de sangre que derramamos a causa de esas divisiones imaginarias entre nosotros y nuestros hermanos y hermanas. Es una vana ilusión.

Tenemos que llevar ese pálido punto azul hasta nuestros corazones y comprender que el número de los peces en el océano, y que el aire y el agua dulce y todas las cosas hermosas de este mundo están en peligro, y que todo depende de nosotros. Nadie nos salvará excepto nosotros mismos. Depende de nosotros despertar de nuestro estupor y entrar en acción. Esta es una revelación de la ciencia, y es algo que debemos comprender con nuestros corazones. No saberlo simplemente en forma intelectual: “Oh, la Tierra es realmente diminuta”, sino saberlo visceralmente, y mantenerlo, como dice la Biblia, “como frontales entre tus ojos” ( N.T.: Deuteronomio, 6:6-8).

Boyle: ¿Frontales?

Druyan: Frontales, sea lo que sean. “Y hablarás de estas cosas andando por el camino, y al despertarte”. Hay tantas cosas hermosas en nuestras religiones tradicionales que necesitamos recordar, pero desafortunadamente estamos viviendo en un momento en que la violencia desatada y la brutalidad están siendo perpetradas en el nombre de algunas de las cosas de la Biblia que realmente no han podido superar la prueba del tiempo.

Boyle: Resulta interesante el que Carl estuviera bastante familiarizado con las tradiciones religiosas, y que realmente sintiera, como creo que siente usted., que algunas de esas formas de pensar sobre nuestro mundo se mantengan, pero que deban ser re-interpretadas bajo una nueva luz. Como usted dice, quizás a veces nuestro mundo sea demasiado pequeño.

Druyan: Nuestra visión de dios es demasiado pequeña. Lo vemos como una fuerza punitiva. El creador de todas las galaxias y de todas las partes del universo que todavía no hemos sido capaces de comprender… la idea de que dios está preocupado por lo que comemos en ciertos días, y con quien dormimos… tenemos que dejar de lado todo eso. La evidencia sobre esas cosas no existe.

Boyle: Estoy intentando digerir todo esto, y tiene que ver con la variedad de concepciones de dios, el “viejo” que Einstein tenía en mente, quizás la suma de todas las leyes de la naturaleza, o un arquitecto impersonal del universo, la visión deísta, o un dios que es imanente…

Druyan: Un dios interventor…

Boyle: Exactamente, la visión deísta. ¿Dónde encajarían las ideas de Carl en ese espectro? En algún sentido, él era agnóstico, y en otro sentido ateo, y en otro deísta…

Druyan: Bien, sí, era una persona complicada, capaz del más profundo sentido del sentimiento y de la comprensión espiritual. Pero había en él una clase de devoción. Sentía que dios era tan importante, que la idea de dios era tan infinitamente fascinante… era un tema favorito de conversación entre nosotros. Hablábamos sobre ello continuamente. Era tan importante, que debía ser verdad.
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Carl Sagan y Ann Druyan


En otras palabras, no podría uno satisfacerse con un dios que sería apenas un Valium para los miedos, porque sería algo deshonorable. El dios que solamente hace que se tenga menos miedo de la oscuridad es apenas una simple muleta.

De modo que la idea es utilizar todo lo que tenga en la búsqueda de dios. Pero hay que ser muy cuidadosos de no mentirnos a nosotros mismos, porque eso sería únicamente un narcisismo espiritual. El decía: “Seamos tan rigurosos, y tan cuidadosos, y tengamos una visión tan clara de que lo que encontremos será realmente precioso, porque será el resultado de nuestra búsqueda más escéptica y rigurosa”.

Para él, la aceptación del dios de Espinosa, del dios de Einstein, la suma total de las leyes físicas del universo… ¿quién podría estar en contra de eso? Porque la naturaleza sí tiene leyes físicas que son cognoscibles. Pero el dios interventor que desea castigar, que desea torturar, que desea arrojar su venganza sobre los seres humanos que él es supuestamente responsable de crear… este concepto era, para Carl, sencillamente insostenible. Y eso está relacionado de una forma muy interesante con la noción de los extraterrestres.

Boyle: Esa era la siguiente pregunta que tenía en mente, porque el libro dedica mucha atención a la inteligencia extraterrestre, la idea de la vida en otras partes del universo.

Druyan: Porque Carl pensaba que era parte de la misma cuestión. Aunque estaba interesado en la búsqueda de esa forma, y era una pasión de toda la vida para él, en su crédito hay que decir que no se permitía aceptar simplemente la respuesta que quería. Tenía que ser verdad. Así que, para mi tristeza, murió sin siquiera sentir que había descubierto una evidencia creíble de la vida extraterrestre. Sabía que la cuestión estaba abierta, pero era muy firme y circunspecto en no permitirse creer algo que él deseaba creer.

Boyle: ¿Hay alguna sensación de que descubrir vida en otras partes resultaría en algo así como una “verdad básica” sobre la forma en que funciona el universo? Algunas personas podrían argüir que se puede empezar a triangular, para conseguir más de una perspectiva sobre estas cuestiones cósmicas. Quizás esa fuera la razón por la cual la inteligencia extraterrestre era algo tan importante para Carl.

Druyan: Sí, porque vivimos rodeados por el misterio. Sabemos tan poco. Somos tan ignorantes. Únicamente hemos estado realizando una inspección sistemática de la naturaleza por apenas 400 años. De modo que, por supuesto, conocemos muy poco. Y eso nos lleva otra vez a la cuestión de dios.

Si la mayor parte del universo es completamente desconocida para nosotros, entonces ¿cómo podemos presumir de saber cómo surgió la naturaleza, y si hay o no alguna clase de inteligencia guiando la creación? No vemos ninguna evidencia de ello. Y nuestro deseo de creer es muy parecido a una proyección transparente del hecho de que somos mamíferos, y de que tenemos una niñez prolongada, y de cómo humanos somos muy dependientes de nuestros padres. Resulta difícil que ese modelo parental de existencia no se proyecte sobre todas las otras cosas. Pero, ¿quién sabe?

Ya que buena parte de la poca ciencia que conocemos ha resultado ser contra-intiuitiva, es una locura que presumamos, y mucho menos que asesinemos a otra persona, porque creamos que conocemos la respuesta.

domingo, noviembre 05, 2006

Religión vs. ciencia: El juicio de Galileo


”Galileo_Galilei”
Corría el año 1633. Galileo había dado la orden de imprimir su “Diálogo sobre los dos grandes sistemas del mundo, el ptolemaico y el copernicano”, sin la autorización de la iglesia, tal como ésta lo había dispuesto en 1620, con un decreto que lo autorizaba a enseñar el heliocentrismo siempre y cuando lo considerara una mera hipótesis.

Fue entonces sometido nuevamente a juicio (como en 1615), y al final del mismo, en diciembre de 1633, es condenado a prisión (domiciliaria, dada su edad y precaria salud) en la cual permaneció hasta su muerte, en 1642. Sin embargo, bajo la amenaza de tormento y de castigos peores, antes se le obligó a redactar un documento en el cual se retractaba de sus ideas.

En 1992, una comisión investigadora nombrada trece años antes por el Papa Juan Pablo II reconoce públicamente el error cometido por el tribunal eclesiástico.

Pero hasta ahora, la iglesia católica guarda silencio sobre el crimen cometido el 17 de febrero de 1600, cuando en Campo dei Fiori, en Roma, y por orden del Santo Oficio, Giordano Bruno fue quemado en la hoguera por decir que el Sol era una estrella, y que las estrellas eran soles.



Retractación de Galileo Galilei


Yo, Galileo, hijo del difunto Vincenzo Galilei, florentino, de setenta años de edad, compareciendo personalmente como acusado ante este tribunal y arrodillado ante vosotros, eminentísimos y reverendísimos señores Cardenales Inquisidores Generales contra la depravación herética a lo largo y a lo ancho de toda la comunidad cristiana, teniendo ante mis ojos y tocando con mis manos los Santos Evangelios, juro que he creído siempre, y que creo ahora, y que, con la ayuda de Dios, creeré en el futuro, todo lo que sostiene, predica y enseña la santa Iglesia Católica Apostólica Romana.

Pero en vista de que, después de habérseme intimado judicialmente por este Santo Oficio el mandato de que yo debía abandonar por completo la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil y de que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y de que yo no debía sostener, defender o enseñar de ninguna manera, verbalmente o por escrito, dicha falsa doctrina, y que después de habérseme notificado que dicha doctrina era contraria a las Sagradas Escrituras, escribí e imprimí un libro en el cual discuto esta nueva doctrina ya condenada, y presento argumentos grandemente convincentes en su favor, sin presentar ninguna solución de ellos, he sido declarado por el Santo Oficio como vehementemente sospechoso de herejía, es decir, por haber sostenido y creído que el Sol era el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no era el centro y que se movía.

Por lo tanto, deseando quitar de las mentes de sus Eminencias y de todos los fieles cristianos la vehemente sospecha justamente concebida contra mí, con sincero corazón y no fingida fe, yo abjuro, maldigo y detesto los antedichos errores y herejías y, en general, todo otro error, herejía y secta que sea en absoluto contraria a la Santa Iglesia, y juro que en el futuro nunca más diré o afirmaré, verbalmente o por escrito, nada que pudiera dar ocasión a una sospecha similar con respecto a mí.

Pero, si llegara a conocer a cualquier hereje o persona sospechosa de herejía, lo denunciaré ante este Santo Oficio o ante el Inquisidor y Ordinario del lugar donde yo pudiera estar. Más aún, juro y prometo cumplir y observar en toda su integridad todas las penitencias que me han sido o que me serán impuestas por este Santo Oficio.

Y, en el caso de que contraviniera (¡que Dios no lo permita!) cualquiera de estas mis promesas y juramentos, me someto a todas las penas y penitencias impuestas y promulgadas en los cánones sagrados y en otras constituciones, generales y en particular contra tales delincuentes. Que así me ayuden Dios y estos Santos Evangelios que toco con mis manos.

Yo, el antedicho Galileo Galilei, he abjurado, jurado, prometido y obligado a mí mismo según dicho anteriormente, y en testimonio de su veracidad he suscrito con mis propias manos el presente documento de mi abjuración y lo he recitado palabra por palabra, en Roma, en el convento de Minerva, este día 22 de junio de 1633.
”firma_autografa_de_Galileo”

Notas:
1) La imagen de Galileo corresponde a un retrato de cuando el científico tenía unos 60 años de edad (hacia la época del juicio), realizado por un artista de ese tiempo, Ottavio Leoni.
2) La firma autógrafa de Galileo la obtuve de un documento publicado por el Vaticano en su sitio web "Documenti della storia", en la página de los "Atti del processo contro Galileo Galilei".