sábado, mayo 14, 2011

Mensaje desde los confines del espacio

Dos intrépidas viajeras nos siguen contando las peripecias de su larga jornada hacia las estrellas.

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Sonda Voyager. El Disco Dorado, que guarda sonidos e imágenes de la Tierra, es el círculo amarillo en el cuerpo principal de la nave.

© NASA/JPL-Caltech
Más de 30 años después de haber abandonado la Tierra, las sondas gemelas Voyager de la NASA se encuentran ahora en los bordes del sistema solar. Y no solamente eso, sino que además siguen trabajando. Cada día que pasa están enviando a casa un mensaje a los científicos, mensaje que es a la vez perturbador y emocionante.

El mensaje dice: “esperen lo inesperado”.

“Es algo asombroso”, dice de Stone del Instituto de Tecnología de California (Caltech), en Pasadena, Científico del Proyecto Voyager desde 1972. “Voyager 1 y 2 tienen un don para realizar descubrimientos”.

El 28 de abril de 2011 la NASA ofreció una sesión informativa para reflexionar sobre lo que ha logrado la misión Voyager, y para hacer una previsión de lo que queda por delante a medida que las sondas se van introduciendo en el reino del espacio interestelar de nuestra galaxia.

La aventura comenzó a fines de la década de 1970, cuando las sondas aprovecharon una poco frecuente alineación de los planetas exteriores para realizar una excursión sin precedentes. Voyager 1 visitó a Júpiter y a Saturno, mientras que la Voyager 2 voló hacia Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno (Voyager 2 sigue siendo la única sonda que ha visitado a Urano y a Neptuno).
Las_naves_más_distantes_de_la_NASA_a_principios_de_2011

Esta gráfica muestra las posiciones relativas de las naves más distantes de la NASA a principios de 2011: Voyager 1 es la que está más lejos, a unos 17 500 millones de km del sol, en un ángulo hacia el norte; Pioneer 10 es la segunda más lejana, a 15 400 millones de km del sol, en el lado opuesto del sistema solar; Voyager 2 está a unos 14 200 millones de km en una trayectoria hacia el sur y en el mismo lado del sistema solar que su nave hermana; Pioneer 11 está a unos 12 400 millones de km del sol; y la New Horizons se encuentra a 3 000 millones de km en viaje hacia Plutón.

© NASA/JPL-Caltech
Cuando se lo presiona para que mencione los principales descubrimientos que surgieron de esos encuentros, Stone hace una pausa, no por falta de material sino por algo así como un poco de vergüenza por tanta riqueza. “Resulta difícil escoger”, dice.

La lista parcial de Stone incluye el descubrimiento de los volcanes de Io, la luna de Júpiter; evidencia de un océano bajo la congelada superficie de Europa; indicios de lluvia de metano en Titán, la luna de Saturno, los locamente inclinados polos magnéticos de Urano y de Neptuno, los géiseres de hielo de Tritón, la luna de Neptuno, y vientos planetarios que soplan cada vez más fuerte a medida que se alejan del sol.

“Cada uno de esos descubrimientos cambió la forma en que vemos a los otros mundos”, afirma Stone.

En 1980, Voyager 1 utilizó la fuerza de gravedad de Saturno para impulsarse a sí misma, en un estilo parecido a una honda, por fuera del plano del sistema solar. En 1989, Voyager 2 utilizó un sistema similar ayudada por Neptuno. Ambas sondas pusieron velas hacia el vacío.

Navegar en el vacío suena como algo tranquilo, pero los descubrimientos han continuado.

Stone monta la escena, dirigiendo nuestra atención hacia el lavabo de la cocina. “Abran el grifo”, indica. “En el lugar donde el agua golpea al lavabo, diremos que está el sol, y la fina capa de agua que fluye radialmente desde ese punto es el viento solar. Fíjense como el sol “sopla una burbuja” alrededor de sí mismo”.

Realmente hay una burbuja así, y los investigadores la llaman “heliosfera”. Es gigantesca. Hecha de plasma y campos magnéticos del sol, la heliosfera es unas tres veces más ancha que la órbita de Neptuno. Cada uno de los planetas, asteroides, naves espaciales, y toda forma de vida de nuestro sistema solar se encuentran dentro de ella.
Un_punto_azul_pálido

Un punto azul pálido: esta famosa imagen forma parte del primer retrato del sistema solar, capturado por la Voyager 1 cuando se encontraba a unos 6 500 millones de km de la Tierra y a 32º sobre el plano de la eclíptica.

© NASA/JPL-Caltech
Las Voyager están intentando salir, pero todavía no lo han logrado. Para localizarlas, Stone mira nuevamente hacia al lavabo. “A medida que la capa de agua (o el viento solar) se expande, se hace más y más delgada, y ya no puede empujar con tanta fuerza. De pronto, se forma un anillo lento pero turbulento. Ese anillo exterior es el es la heliofunda, y allí es donde las Voyager están ahora”.

La heliofunda es un lugar muy extraño, lleno de una espuma magnética que ninguna nave espacial ha encontrado hasta ahora, llena de ecos de estallidos de radio de baja frecuencia que únicamente se escuchan en las fronteras del sistema solar, tan lejos de casa que el sol es apenas un simple punto de luz.

“De muchas formas, la heliofunda no es como predecían nuestros modelos”, reflexiona Stone.

En junio de 2010, Voyager envió un número asombroso: cero. Esa es la velocidad de salida del viento solar allí donde la sonda está ahora. Nadie cree que el viento solar se haya detenido completamente; debe haber hecho un giro en alguna esquina. Pero, ¿hacia dónde? Voyager 1 está intentando descubrirlo a través de una serie de maniobras de “veleta”. La vieja sonda todavía se puede mover un poco, según parece.

Nadie sabe exactamente cuántos kilómetros deben recorrer todavía las Voyager antes de saltar hacia el espacio interestelar. Sin embargo, la mayoría de los investigadores cree que el fin está cerca. “La heliofunda tiene unos cuatro o cinco mil millones de kilómetros de espesor”, calcula Stone. “Esto significa que saldremos dentro de los próximos cinco años, más o menos”.

Todavía queda mucho combustible para el resto del viaje. Ambas Voyager reciben energía de la desintegración radiactiva de una fuente calórica de plutonio 238. Esto debería mantener funcionando a los sub-sistemas críticos por lo menos hasta 2020.

Después de eso, dice, “Las Voyager se convertirán en nuestras silenciosas embajadoras hacia las estrellas”.

Cada una de las sondas está equipada con un famoso “Disco Dorado”: literalmente, un disco fonográfico de cobre recubierto de oro. Contiene 118 fotografías de la Tierra, 90 minutos de la más grande música del mundo, un ensayo de audio titulado “Los Sonidos de la Tierra” (compuesto de todo, desde burbujeantes vasijas de barro, pasando por los ladridos de perros hasta el rugiente despegue de un cohete Saturno 5), saludos en 55 lenguajes humanos y un lenguaje de ballena, las ondas mentales de una joven mujer enamorada, y los saludos del secretario general de las Naciones Unidas. Un equipo dirigido por Carl Sagan ensambló el disco como un mensaje a posibles civilizaciones extraterrestres que pudieran encontrar las naves.

“Dentro de mil millones de años, cuando todo lo que hay sobre la Tierra se haya convertido en polvo, cuando los continentes hayan cambiado hasta hacerse irreconocibles y nuestra propia especie se haya alterado en forma inimaginable o se haya extinguido, el disco de las Voyager hablará por nosotros”, escribieron Carl Sagan y Ann Druyan en una presentación para la versión CD del disco.

Algunas personas hacen notar que la posibilidad de que el Disco Dorado sea descubierto por extraterrestres es fantásticamente remota. Las sondas Voyager no se acercarán a menos de algunos años-luz de otra estrella hasta dentro de unos 40 000 años. ¿Cuáles son las probabilidades de hacer contacto en tales circunstancias?

Por otro lado, ¿cuáles son las probabilidades de que una raza de primates evolucionara hasta alcanzar la conciencia, desarrollara el viaje espacial, y enviara el sonido de los ladridos caninos hacia el cosmos?

Realmente, preparémonos para lo inesperado.

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Artículo original: “Voyager Set to Enter Interstellar Space”
Fecha: abril 28, 2011
Enlace con el artículo original:
aquí
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