martes, marzo 09, 2010

Cambio climático: el efecto real del dióxido de carbono

David Archibald nos explica claramente la relación entre el CO2 y la temperatura de la Tierra.

Los gases de invernadero mantienen a la Tierra 30ºC más caliente de lo que estaría sin ellos en la atmósfera, de modo que en lugar de que la temperatura superficial media fuera de -15ºC (es decir, quince grados centígrados bajo cero), en realidad es de 15ºC.

El dióxido de carbono contribuye con un 10% del efecto total, es decir, 3ºC. El nivel pre-industrial del dióxido de carbono era de 280 ppm (partes por millón). De modo que si el efecto de calentamiento fuera una relación lineal, cada 100 ppm contribuirían aproximadamente con 1ºC. Con la concentración atmosférica aumentando unas 2 ppm por año, se elevaría unas 100 ppm cada 50 años y todos quedaríamos fritos, según las predicciones del IPCC (siglas en inglés del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático).

Pero la relación no es lineal, sino logarítmica. En 2006 Willis Eschenbach publicó esta gráfica en Climate Audit:

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Y esta gráfica, también suya, muestra la contribución del dióxido de carbono a la totalidad del efecto invernadero:

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Reformulo la primera gráfica de Willis como una carta de barras, para que el concepto resulte más fácil de entender para el lector común:

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Observen cuidadosamente: las primeras 20 ppm son responsables de más de la mitad del efecto de calentamiento para el nivel pre-industrial de 280 ppm, época en la cual es condenado como gas de invernadero. Algo a tener en cuenta es que la concentración atmosférica de CO2 descendió hasta las 180 ppm durante los períodos glaciales de la Edad de Hielo en la cual se encuentra actualmente la Tierra (el Holoceno es un interglacial de esa Edad de Hielo que comenzó hace tres millones de años). El crecimiento de las plantas se detiene en el nivel de las 150 ppm, de modo que nuestro planeta estuvo a apenas 30 ppm del desastre. La vida terrestre estuvo a punto de ser eliminada por una carencia de CO2 en la atmósfera. Si las plantas estuvieran haciendo ciencia climática en lugar de nosotros los humanos, tendrían una opinión diferente sobre lo que es un nivel peligroso de dióxido de carbono.

Algunos de los modelos climáticos del IPCC predicen que la temperatura aumentará hasta 6ºC como consecuencia de duplicar el nivel pre-industrial de 280 ppm. De modo que agreguemos eso a la gráfica anterior y veamos qué es lo que aparece.

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En sus modelos, el IPCC indica que la retroalimentación positiva del vapor de agua comienza a partir del nivel pre-industrial. De alguna forma, el dióxido de carbono por debajo del nivel pre-industrial no genera esta retroalimentación positiva del vapor de agua. Si esta retroalimentación positiva del vapor de agua tuviera una relación lineal con el dióxido de carbono, veríamos ahora un calentamiento de más de 2ºC. Nos dicen que la Tierra se calentó unos 0,7ºC a lo largo del siglo XX. Donde yo vivo (Perth, en el oeste de Australia) echamos en falta un montón de ese calentamiento.

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Nada había sucedido hasta el Gran Cambio del Clima del Pacífico en 1976, que nos dio un calentamiento de 0,4ºC, y la temperatura se ha mantenido planchada durante las últimas cuatro décadas.

Veamos como luce el modelo de calentamiento del IPCC cuando se lo plotea como una gráfica de barras acumulativas:

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El efecto natural de calentamiento del dióxido de carbono se muestra en las barras azules, y el efecto antropogénico proyectado por el IPCC se puede ver en las barras rojas. Cada incremento de 20 ppm sobre las 280 ppm proporciona alrededor de 0,03ºC de calentamiento natural y 0,43ºC de calentamiento antropogénico. Esto significa un efecto multiplicador de más de trece veces. Ese es el gran salto de fe que se requiere para creer en el calentamiento global.

Todo el sistema de creencias en el calentamiento global antropogénico se basa en una retroalimentación positiva del vapor de agua que comienza a partir del nivel pre-industrial de las 280 ppm y no antes. Parafraseando a George Orwell, las moléculas del dióxido de carbono antropogénico son más iguales que las que ocurren naturalmente. Mucho, mucho más iguales.

David Archibald

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Como dice Doug L. Hoffman:
“Cuídense, disfruten el interglacial y manténganse escépticos”.
”edad_de_hielo”

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Artículo original: “The Logarithmic Effect of Carbon Dioxide”
Autor: David Archibald
Fecha: marzo 08, 2010
Enlace con el artículo original:
aquí
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domingo, marzo 07, 2010

Cuando la humanidad casi se extinguió

Durante mucho tiempo, los tatarabuelos de nuestros tatarabuelos estuvieron al borde de la desaparición.

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Hace aproximadamente 1,2 millones de años, solamente había 18 500 seres humanos reproduciéndose sobre el planeta. Según los investigadores, esto evidencia que hubo un verdadero riesgo de extinción para nuestros ancestros primitivos.

Más aún, según un nuevo estudio parece que los seres humanos tardaron al menos un millón de años para recuperarse del apuro. No fue sino hasta la aparición de los humanos modernos, Homo sapiens, hace unos 160 000 años y su migración hacia fuera del África, que el lugar de la humanidad sobre la Tierra quedó asegurado. Dos factores ayudaron a la supervivencia de la humanidad: una dieta crecientemente carnívora y el dominio del fuego.

En un informe on-line de PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences), “Mobile elements reveal small population size in the ancient ancestors of Homo sapiens”, los investigadores descubrieron que hace 1,2 millones de años el tamaño efectivo de la antigua población humana era de unos 18 500 individuos, y que no pudo haber sido mayor de 26 000. Esto significa que la población de Homo erectus, un ancestro de los humanos modernos, fue pequeña incluso en una época en la especie se estaba esparciendo por todo el mundo. Esto implica que “una población inusualmente pequeña para una especie diseminada por todo el viejo mundo”, escriben los autores. “Es una historia de existencia precaria no solamente para nuestra especie sino para nuestros ancestros”, dice la co-autora Lynn Jorde, una geneticista humana de la universidad de Utah, en Salt Lake City.

Una de las cosas que han intrigado por largo tiempo a los investigadores es que los seres humanos modernos carecen de la variabilidad genética que se encuentra en otros primates vivos. Comparados con los chimpancés o los gorilas, la variabilidad genética humana es notablemente pequeña, incluso aún cuando nuestra población actual es muchísimo mayor que la de cualquier otra especie de grandes simios.

Una explicación para esta carencia de variabilidad es que nuestra especie experimentó eventos en los cuales murió una porción significativa de la población humana. Algunos investigadores propusieron que la carencia de variabilidad en nuestro ADN mitocondrial heredado maternalmente sugiere que estos eventos tuvieron lugar hace relativamente poco tiempo, quizás cuando nuestros ancestros estaban emigrando de África.

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Los humanos primitivos emigraron desde África.
© theresilientearth.com

Un posible incidente fue la erupción del súper volcán del Toba, hace 70 000 años en Indonesia. Algunos científicos han especulado con la idea de que la erupción pudo haber disparado un “invierno nuclear” al que sobrevivieron menos de 15 000 individuos. Otros estudios genéticos atribuyeron nuestra baja variabilidad genética a números crónicamente bajos, con hasta apenas 10 000 seres humanos reproduciéndose en diferentes momentos a lo largo de los últimos dos millones de años. Hasta este momento ha habido problemas técnicos con todos estos estudios, haciendo que sus conclusiones fueran inciertas.

En el caso de la investigación de PNAS, un nuevo método de estudio de marcadores a lo largo de todo el genoma está permitiendo que los geneticistas observen hacia atrás en el tiempo, hasta antes de la aparición de nuestra especie hace 200 000 años.

Jorde y sus colegas utilizaron pequeños trozos de ADN que se insertan aleatoriamente en el genoma, conocidos como Alus, como sondas para buscar partes antiguas del genoma. Esto permitió a los investigadores cartografiar la historia poblacional de nuestros ancestros realmente antiguos, tales como el Homo erectus.

Según los autores:

Al comparar la probabilidad de varios modelos demográficos, estimamos que el tamaño efectivo de la población de ancestros humanos que vivieron hace más de 1,2 millones de años fue de unos 18 500, y que podemos rechazar todos los modelos en que la población efectiva antigua fue superior a 26 000. Este resultado implica una población inusualmente pequeña para una especie diseminada por todo el mundo antiguo, particularmente a la luz de los tamaños efectivos de población para los chimpancés (21 000) y los gorilas (25 000), los cuales habitan cada uno de ellos solamente una parte de un único continente.

Resulta asombroso pensar cómo una población tan diminuta de seres humanos se las arregló para diseminarse por la faz del planeta, hasta el punto de que hoy en día el H. sapiens puede ser encontrado habitando todos los continentes bajo toda suerte de condiciones ambientales. Desde el frío ártico hasta el calor tropical, desde las selvas empapadas hasta los desiertos áridos, desde el nivel del mar hasta las alturas de las montañas, los seres humanos se encuentran literalmente en todos los lugares de la Tierra. Los humanos se esparcieron por el mundo antes de la civilización, antes de que la tecnología se elevara por sobre los cuchillos de pedernal y los palos aguzados. ¿Qué es lo que puede explicar el éxito de nuestros ancestros?

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Para nuestros ancestros, no era fácil conseguir su almuerzo.
© theresilientearth.com

Vistos como animales salvajes, los seres humanos no son particularmente impresionantes. Pobremente aislados al carecer de pelambre y notablemente débiles, incluso un chimpancé inmaduro es más fuerte que un ser humano adulto. Nuestras uñas y dientes parecen particularmente inexpresivos, no aptos para la defensa y mucho menos para la caza; intenten saltar sobre el lomo de un búfalo y conseguir un bocado solamente con el equipo con que nos ha provisto la naturaleza, y comprenderán lo que quiero decir. Los humanos parecen ser un improbable depredador superior, y sin embargo se las han arreglado para elevarse hasta el tope de la cadena alimenticia mundial y se han adaptado a todos los medioambientes terrestres.

Los antropólogos dirán que la inteligencia de nuestros ancestros fue la clave para el éxito de la humanidad. Desde hace 1,9 millones hasta unos 200 000 años atrás, nuestros ancestros triplicaron el tamaño de sus cerebros. Nuestros grandes cerebros nos permitieron desarrollar armas que aumentaron el pobre equipamiento estándar que nos dio la naturaleza.

La inteligencia también permitió que desarrolláramos el lenguaje para comunicarnos mejor, y que diseñáramos complejas estrategias de caza que otros cazadores de manada apenas podrían soñar. Y no nos equivoquemos, la caza jugó un papel esencial en el desarrollo humano.

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A pesar de los balbuceos de PETA y de otros grupos vegetarianos radicales, nuestros ancestros eran carnívoros. El cerebro consume 60% de la energía gastada por un recién nacido en reposo. El cerebro de un adulto en reposo consume el 25% de su energía, a diferencia del 8% utilizado en promedio por los simios. La expansión del cerebro humano demandó una nueva fuente de energía. Según un duradero conjunto de evidencias hubo dos cosas que permitieron a los seres humanos crear cerebros más grandes: la carne y la cocina.

Hace unos dos millones de años, poco después de la aparición del género Homo, nuestros ancestros comenzaron a comer más carne, descuartizando a los animales con herramientas de piedra. Las primeras herramientas de piedra aparecieron en Etiopía hace unos 2,7 millones de años, junto a la evidencia de que los homínidos las estaban utilizando para descuartizar carroña y extraer el tuétano de los huesos.

En el registro fósil no aparecieron otros grandes cambios en la anatomía humana hasta un millón de años después. Según el paleontólogo Alan Walker de la universidad estatal de Pennsylvania, un cráneo H. erectus de 1,6 millones de años de antigüedad indica un cerebro del doble de tamaño de otros australopitecinos. También alrededor de esa época, sitios arqueológicos indican que el H. erectus estaba trasladando carcazas a los campamentos para posterior descuartizamiento y reparto. La explicación tradicional es que el H. erectus era un mejor cazador y carroñero y que comía más carne cruda que sus ancestros de cerebro más pequeño.

El primatólogo Richard Wrangham de la universidad de Harvard cree que además de convertirse en carnívoros, nuestros ancestros comenzaron a cocinar. En efecto, el cocido predigiere la comida, permitiendo a los humanos primitivos digerir el mismo número de calorías con menos esfuerzo.

“Incluso pequeñas diferencias en la dieta pueden tener grandes efectos sobre la supervivencia y sobre el éxito reproductivo”, sostiene. Pero una dieta de carne cruda de ñu o de antílope no es suficiente como para explicar estos cambios dramáticos, dice Wrangham. Hace notar que el H. erectus tenía dientes pequeños, más pequeños que los de sus ancestros. Otros carnívoros se adaptaron a comer carne cruda aumentando el tamaño de sus dientes. Arguye que aunque los ancestros más primitivos comieran carne cruda, el H. erectus debe haberla asado, acompañada de raíces de vegetales o como un recurso cuando los cazadores no traían el tocino al hogar. “El cocido produce alimentos suaves y ricos en energía”, dice.

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Cronograma de eventos humanos.
© J. Newfield/Science

Para el momento en que los humanos modernos llegaron a Europa, hace unos 40 000 años, eran adeptos a la caza mayor y habían ampliado sus paladares para alimentarse regularmente de animales pequeños y de peces de agua dulce; esto según Michael Richards de la universidad de Columbia Británica y Erik Trinkhaus de la universidad de Washington, en un informe de PNAS (véase Isotopic evidence for the diets of European Neanderthals and early modern humans).

Al estudiar las relaciones de isótopos de carbono y de nitrógeno del colágeno de los huesos, rastrearon las fuentes principales de proteína dietaria de 27 neandertales y europeos primitivos. Richards y Trinkhaus descubrieron que el humano moderno más antiguo que se conoce en Europa (la mandíbula de 35 000 años de antigüedad proveniente de la caverna de Pestera Cu Oase en Rumania) obtuvo buena parte de su proteína del pescado. Hace unos 30 000 años, otros humanos modernos obtenían hasta el 20% de su proteína a partir del pescado. Comparados con nosotros, nuestros ancestros “comían carne, más proteína, menos carbohidratos refinados, y nada de leche”, según la fisióloga Loren Cordain de la universidad del estado de Colorado.

Encuentro interesante que las dos cosas que nos convirtieron en humanos, el comer carne y el uso del fuego, están ahora bajo ataque por parte de aquellos que se encuentran en el límite lunático de las sociedades ricas. Nos dicen que comer carne es un pecado, un comportamiento atávico solamente apropiado para los salvajes, y que quemar cosas produce CO2 que seguramente traerá la ruina a nuestro mundo. Parecería que muchos de los tan sofisticados pensadores del mundo moderno han olvidado de dónde venimos y cuán cruel e indiferente puede ser la naturaleza. Como dijo el comediante Jon Stewart: “Lo único que sacó a la humanidad de las tinieblas fue quemar cosas. Frotamos dos palitos y de pronto pudimos comer comida cocida”.

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Homo neanderthalensis, un pariente extinguido.
© theresilientearth.com

Mientras entrevistaba al conocido alarmista del calentamiento global Al Gore, Stewart, el anfitrión de The Daily Show de Comedy Central, le dijo al antiguo vice-presidente de los EE.UU., “Ud. no está simplemente luchando contra la era de la revolución industrial, Ud. está luchando contra todos los años del progreso humano”.

Stewart, un comediante que se inclina notablemente hacia la izquierda en su política, se las arregló para resumir la situación muy bien: “Es un cambio mucho más fundamental de lo que pienso que los ambientalistas se dan cuenta. Es la idea de que la vida que los seres humanos han forjado fue creada a través de cierto componente de las cosas combustibles que encontramos”. De modo que encendamos un fuego, arrojemos algo a la parrilla y agradezcamos a nuestros ancestros por comer carne y aprender a cocinar. Sin ellos, nos habríamos unido al H. erectus, al H. neanderthalensis y a todos los otros miembros del género Homo en su extinción.

Cuídense, disfruten el interglacial y manténgase escépticos. Doug L. Hoffman.

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Nuestros ancestros conocían lo que había en el menu.
© theresilientearth.com