Quizás se pueda demostrar finalmente que la vida es algo común en el cosmos. |
Imagen de filamentos insertos en el meteorito Orgueil CI1, identificados como posibles microfósiles de vida extraterrestre. © Richard B. Hoover/Journal of Cosmology |
Ateo, humanista, liberal... y aficionado a la ciencia.
Quizás se pueda demostrar finalmente que la vida es algo común en el cosmos. |
Imagen de filamentos insertos en el meteorito Orgueil CI1, identificados como posibles microfósiles de vida extraterrestre. © Richard B. Hoover/Journal of Cosmology |
Quizás el libro de la vida comenzó a escribirse en páginas de mica |
Diagrama de biomoléculas (color negro) uniéndose y evolucionando entre hojas de mica (color verde), en un océano primitivo. © Helen Greenwood Hansma, University of California, Santa Barbara |
Helen Greenwood Hansma © NSF |
Nuevas claves sobre el ciclo del hierro en los océanos de nuestro mundo |
A lo largo de las dos últimas décadas, el ciclo del hierro en los océanos ha sido un área de investigación intensiva. Los oceanógrafos pasan mucho tiempo estudiando lo que ha sido afectuosamente llamado “efecto Geritol” desde que se descubrió que la carencia de hierro es una de las razones por las cuales el fitoplancton crece lánguidamente en las aguas superficiales más ricas en nutrientes. Al igual que los humanos, a veces el océano necesita una dosis de hierro para funcionar más efectivamente.
Es un hecho bien conocido que las chimeneas hidrotermales que cubren las cordilleras centro-oceánicas son una fuente importante de hierro en el océano. Los fluidos de las chimeneas contienen aproximadamente un millón de veces más hierro que el agua oceánica común. Pero siempre se ha creído que el hierro que surge de las chimeneas hidrotermales inmediatamente forma partículas mineralizadas cuando se mezcla con el agua del mar. Esta forma de hierro tiene para el océano el mismo valor que tendría masticar un clavo herrumbroso para un paciente con anemia.
En un nuevo artículo publicado en Nature Geoscience, Brandy Toner y sus colegas informan sobre el descubrimiento inesperado de que el hielo expulsado por las chimeneas hidrotermales permanece en una forma que apetece a los organismos marinos. Toner era una estudiante post-doctoral de la NASA en el Instituto Oceanográfico Woods Hole (WHOI = Woods Hole Oceanographic Institution) cuando este trabajo comenzó, pero desde entonces ha alcanzado una posición como profesora asistente del química ambiental en la universidad de Minnesota.
Dice Toner: “El hierro no se comporta como habíamos supuesto en los penachos hidrotermales. Parte del hierro del fluido hidrotermal se adhiere a materia orgánica particular y parece ser protegido de los procesos de oxidación”. En otras palabras, la interacción entre el hierro y el carbono en el fluido de las chimeneas actúa como un agente anticorrosivo.
El hecho de que el carbono sea un jugador clave en el proceso aumenta la intriga. El co-autor de Toner Chris German, científico principal en el Departamento de Geología y Geofísica en el WHOI, explica: “De modo que la pregunta es, ¿qué son estos compuestos orgánicos? ¿Son acaso compuestos orgánicos como los aceites y las breas, o son en realidad el tejido de la vida? El trabajo de Brandy no significa que estos compuestos (de hierro y carbono) estén definitivamente vida. Pero esto es, posiblemente, un arma humeante”. Un arma humeante que podría conectar lo que tradicionalmente ha sido considerado un proceso completamente inorgánico, la conducción hidrotermal, con el ciclo global del carbono.
Un nuevo instrumento y una utilización única de ese instrumento impulsaron este trabajo removedor. Toner y sus co-autores recogieron partículas hidrotermales de la chimenea Tica en la elevación del Pacífico oriental utilizando trampas sedimentarias. Toner analizó las partículas en el sincrotrón avanzado de fuente de luz del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley. Utilizando haces focalizados de rayos-X, Toner creó mapas elementales de las partículas en escalas micrométricas y nanométricas. “Según nuestro conocimiento”, dice Toner, “es la primera vez que se ha utilizado un peine fino como este para observar los sistemas de los penachos hidrotermales”.
El cuidadoso mapeado de Toner reveló la estructura detallada de los sedimentos hidrotermales. Ella compara la forma de las partículas con una gelatina pegajosa con trozos de frutas en su interior. Su análisis demostró que la parte gelatinosa es una matriz compleja de compuestos de carbono. La espectroscopía de rayos-X de la gelatina reveló inesperadamente que es una forma de hierro conocida como “hierro (II)”, un regalo delicioso para los organismos oceánicos hambrientos de hierro.
La forma exacta en que las partículas de carbono cargadas de hierro (II) podrían interactuar con la red alimenticia oceánica está todavía por determinarse. La co-autora Katrina Edwards, que estaba en el WHOI cuando comenzó la investigación pero que desde entonces se ha trasladado a la universidad de California del sur, está estudiando procesos microbiológicos asociados con las partículas hidrotermales. German y los otros co-autores en el WHOI están descifrando los detalles del ciclo químico en los mismos materiales de los penachos. Toner está investigando la distribución global y la magnitud del fenómeno.
Una cosa es segura: el trabajo de Toner se enfrenta a los paradigmas actuales tanto sobre el hierro como sobre los ciclos del carbono en el océano. Dice German, “este artículo abre toda una nueva línea de investigación y presenta un nuevo conjunto de preguntas sobre las que nadie pensaba hasta ahora que tenía que preocuparse. Un poco de trabajo con una diminuta escala nanométrica nos puede obligar a realizar preguntas de significado global”. Este tipo de investigación puede ser cualquier cosa menos algo oxidado.
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Descubren nuevas formas de vida en las profundidades del mar y del hielo. |
Por largo tiempo, los científicos han sabido que la vida puede existir en medioambientes muy extremos. Pero la Tierra continúa sorprendiéndonos.
El lago Vostok en la Antártida es similar al lago Ontario, con aproximadamente 14 000 kilómetros cuadrados. © |
En un encuentro de la Fundación Europea de Ciencias y COST (European Cooperation in the field of Scientific and Technical Research = Cooperación europea en la campo de la investigación científica y técnica) llevado a cabo en Sicilia en el pasado mes de octubre, los científicos describieron ecosistemas aparentemente productivos en dos lugares en los que previamente no se conocía la existencia de vida, debajo de la capa de hielo antártico y sobre los lagos de sal concentrada debajo del Mediterráneo. En ambos casos, innumerables y diminutos microbios se fijan o se sostienen sobre cantidades de carbono orgánico lo suficientemente grandes como para ser significativas en el ciclo global de carbono.
Lagos bajo el hielo
Brent Christner de la universidad del estado de Louisiana habló en la conferencia sobre microbios que viven dentro y debajo del hielo de la Antártida. En la última década, los científicos han descubierto lagos de agua líquida debajo de la capa de hielo antártico. Hasta ahora conocemos unos 150 lagos, pero probablemente este número aumentará cuando se haya inspeccionado la totalidad del continente. Estos lagos son el resultado del calor geotermal atrapado por el grueso hielo, licuándolo desde abajo, y de la enorme presión del hielo que está más arriba, que disminuye el punto de licuefacción del agua.
El mayor de los lagos sub-superficiales, el lago Vostok, se encuentra debajo del lugar más frío del planeta, donde la temperatura en la superficie baja a menudo de los sesenta grados centígrados. “Es el mayor lago de agua dulce del mundo en volumen, y tiene aproximadamente el tamaño del lago Ontario”, dice Christner. “Si se estuviera en un bote en el medio del lago, no se podrían ver las líneas de la costa”.
Christner ha examinado la vida microbiana en núcleos de hielo provenientes del lago Vostok y de otros muchos lugares en el mundo. Si bien todavía falta tomar muestras directas del agua de los lagos sub-glaciales antárticos, aproximadamente los 80 metros inferiores de los núcleos de hielo del Vostok representan agua del lago que se ha congelado progresivamente en la base a medida que la capa de hielo atraviesa lentamente el lago. “Las células microbianas y las concentraciones de carbono orgánico en este hielo agregado son significativamente mayores que aquellas en el hielo que está más arriba, lo que implica que el medioambiente sub-glacial es la fuente”, dice Christner.
Basado en mediciones acumuladas de microbios en el medioambiente sub-glacial, calcula que las concentraciones de células y de carbono orgánico en las capas de hielo de la Tierra, o “criosfera”, pueden ser cientos de veces mayores que las que se encuentran en todos los sistemas de agua dulce del planeta. “Actualmente no se considera al hielo glacial como un reservorio de carbono orgánico y de biología”, dice Christner, “pero esa visión tiene que cambiar”.
Sal debajo del mar
Debajo del Mediterráneo acecha una sorpresa similar. Michail Yakimov del Instituto de Medioambiente Marino Costero, en Messina, Italia, es el líder de proyecto para el programa EuroDEEP de la Fundación Europea de Ciencias sobre las funciones del ecosistema y la biodiversidad en el mar profundo. Su equipo estudia los lagos de solución salina concentrada, conocidos como cuencas anóxicas hipar-salinas, en el fondo del Mediterráneo. Han descubierto comunidades microbianas extremadamente diversas en las superficies de esos lagos.
Las cuencas anóxicas, llamadas así porque están desprovistas de oxígeno, ocurren a 3 000 metros debajo de la superficie y son de cinco a diez veces más salinas que el agua de mar.
Una teoría sugiere que existen únicamente en el Mediterráneo, porque este mar se evaporó totalmente después de ser separado del Atlántico, hace unos 250 millones de años. Su sal se convirtió en una capa de roca salina, llamada evaporita, que luego fue enterrada por sedimentos llevados por el viento. Ahora que el mar se ha llenado nuevamente, la capa de sal ha sido expuesta en algunos lugares, quizás por pequeños maremotos, y las sales del antiguo Mediterráneo se han disuelto otra vez, haciendo que el agua sea muy salobre.
A pesar de las duras condiciones, estas salmueras hipar-salinas han demostrado poseer un amplio rango de comunidades microbianas. Junto a otros socios internacionales, el equipo de Yakimov ya ha identificado a más de diez nuevos linajes de bacterias y arqueas (estos últimos son organismos parecidos a las bacterias), en lo que ellos han denominado Salmuera Marina Mediterránea.
Divisiones lacustres
Hay una gran cantidad de vida en la frontera entre las cuencas concentradas y el agua marina ordinaria. “A causa de su muy alta densidad, la salmuera no se mezcla con el agua de mar”, explica, “y hay una interfase bien definida, de aproximadamente un metro de espesor”.
En esa capa, la diversidad microbiana es increíblemente rica. La investigación muestra que estos microbios sobreviven principalmente por la oxidación de sulfuros. Como las comunidades de los conductos hidrotermales en el océano profundo, pueden sobrevivir con independencia de la luz solar y del oxígeno, pero son un contenedor importante de carbono orgánico.
“Las comunidades microbianas del Mediterráneo fijan tanto o más dióxido de carbono cada año que las de las capas superficiales”, dice Yakimov. “Este sumidero de carbono debe ser tenido en cuenta en la escala global”.
Una audaz viajera microbiana ha colonizado las profundidades de nuestro planeta. |
A 2,8 kilómetros debajo de la superficie de la Tierra, en la mina de oro Mponeng cerca de Johannesburgo, Sud África, se ha descubierto el primer ecosistema compuesto de una única especie biológica. Allí, la bacteria con forma de barra Desulforudis audaxviator vive en completo aislamiento, en la total oscuridad, carente de oxígeno y a 60ºC de temperatura.
Un nuevo dominio A fines de la de década de los ´70, el Dr. Carl Woese comenzó un estudio de relaciones evolutivas entre los procariotas. En lugar de los caracteres físicos, se basó en secuencias de ARN para determinar cuán cercanamente relacionados estaban estos microbios. Descubrió que los procariotas estaban en realidad compuestos por dos grupos diferentes: las Bacterias y un nuevo grupo reconocido que él denominó Arquea. Cada uno de estos grupos es tan diferente del otro como lo es de los eucariotas. Actualmente, estos tres grupos son reconocidos como tres dominios distintos de la vida. © Berkeley |
D. audaxviator sobrevive en un hábitat en el cual obtiene su energía no del sol sino del hidrógeno y del sulfato producidos por la desintegración radioactiva del uranio. Viviendo en soledad, D. audaxviator debe fabricar por sí mismo sus moléculas orgánicas a partir del agua, del carbono inorgánico, y del nitrógeno proveniente del amoníaco que se encuentran en las rocas y los fluidos que la rodean.
Durante su largo viaje hasta estas profundidades extremas, la evolución ha equipado a esta versátil espeleóloga con genes (muchos de ellos compartidos con las arqueas, miembros de un dominio separado de la vida no relacionado con las bacterias) que le permiten enfrentar un amplio espectro de diferentes condiciones, incluyendo la capacidad de fijar nitrógeno directamente desde el nitrógeno elemental de su medioambiente.
D. audaxviator fue capturada, y su inusual genoma ha sido secuenciado y analizado utilizando las técnicas de la genómica ambiental, también llamada metagenómica, por científicos del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, del Departamento de Energía de los EE.UU. (Berkeley Lab.), el Instituto Conjunto del Genoma (JIG) y el Laboratorio Nacional del Pacífico Noroeste (PNNL), trabajando con colegas de la universidad de Princeton, la de Indiana, de la Universidad Nacional de Taiwán, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), de la Universidad Estatal de Florida, del Instituto de Investigación del Desierto, y de la Universidad de Ontario Occidental. El trabajo fue un proyecto del Instituto Virtual de Tensión y Supervivencia Microbiana (VIMSS), apoyado por el Departamento de Energía de los EE.UU. (DOE) y dirigido por Adam Arkin y Terry Hazen de Berkeley Lab., y de la Iniciativa de Astrobiología Indiana Princeton Tennessee (IPTA), dirigida por Tullis Onstott de la universidad de Princeton y Lisa Pratt de la universidad de Indiana. Los investigadores comunicaron sus resultados en el número del 10 de octubre de 2008 de la revista Science.
“Lo más importante de la genómica medioambiental es que hizo posible la formación de una imagen más completa de la vida microscópica de toda la Tierra, en lugar de estar limitada a una pequeña proporción de microorganismos que puede ser cultivada en el laboratorio”, dice Dylan Chivian de la División de Biociencias Físicas (PDB) de Berkeley Lab., autor principal del artículo de Science. “Casi todos los organismos viven en comunidades con papeles sub-divididos dentro de sus ecosistemas. Al extraer el ADN de muestras medioambientales, pueden ser identificados los diversos jugadores dentro de estas comunidades microbianas así como las capacidades de los miembros dominantes, aún cuando los genomas completos de la mayoría de ellos no puedan ser individualizados”.
Desulforudis audaxviator es un organismo que vive independientemente en la total oscuridad y a altas temperaturas, reduciendo sulfato y fijando carbono y nitrógeno a partir de su medioambiente, en las profundidades de la Tierra. Constituye el primer ecosistema conocido compuesto por una única especie. © Thanya Suwansawad |
Una colección de organismos como ésa era lo que los investigadores esperaban encontrar cuando trabajosamente filtraron unos 5 600 litros de fluido recogidos por Onstott y sus colaboradores en la roca del lugar marcado como MP104, una sección abierta recientemente del nivel 104 de la mina Mponeng.
La presencia de la especie más tarde conocida como D. audaxviator era una apuesta segura. Aunque su genoma nunca había sido secuenciado, en el año 2006 el organismo había sido identificado en MP104 por Onstott, Li-Hung de la Universidad Nacional de Taiwán, y sus ayudantes, y se sabía que era el microbio más común que se había encontrado viviendo a más de 2,5 kilómetros de profundidad en el distrito minero de Witwatersrand en Sud África.
“Sabíamos, por trabajos previos en esas minas utilizando técnicas biológicas, que parecía haber comunidades muy simples afincadas allí”, dice Fred Brockman del Departamento de Biología de PNNL de la universidad estatal de Washington, donde fue extraído el ADN a partir de las células filtradas. “Esperábamos tener la oportunidad de armar un genoma entero de la especie más dominante, o quizás hasta un 70 u 80% de los de varias especies”.
Según cuenta Chivian, “lo que descubrimos en cambio fue que había un solo organismo presente en la muestra. Más del 99,9% del ADN provenía de un único organismo, y el pequeñísimo residuo restante parecía ser una traza de contaminación de la mina y del laboratorio”.
El esfuerzo secuenciador en el JGI del DOE fue encabezado por Alla Lapidus de la División Genómica de Berkeley Lab; incluso antes de que el análisis fuera completado, resultó evidente que el genoma de la solitaria especie era notable. No era tan delgado como podía esperarse de un organismo que vivía en lo que presumiblemente era un medioambiente muy estable. Este tipo de bacterias tienen típicamente unos 1 500 genes, mientras que D. audaxviator contaba con 2 157 genes codificadores de proteínas. Delgado, pero no desprovisto.
Lo que puede hacer este paquete genético no tan mínimo se reveló en el análisis genómico realizado por Chivian, Arkin y Paramvir Dehal de PBD y por Eric Alm del MIT: el genoma contenía todo lo necesario para sostener una existencia independiente y reproducirse, incluyendo la capacidad de incorporar los elementos necesarios para la vida a partir de fuentes inorgánicas, moverse libremente, y protegerse de los virus, de las duras condiciones y de los períodos pobres en nutrientes convirtiéndose en una espora.
“Una cuestión que ha surgido cuando se considera la capacidad de otros planetas para sostener la vida es si los organismos pueden existir independientemente, incluso sin acceso a un sol”, dice Chivian. “La respuesta es sí, y aquí está la prueba. Resulta filosóficamente emocionante saber que todo lo necesario para la vida puede ser empacado en un único genoma”.
Trabajos previos habían identificado a los sulfatos como la fuente de energía más rápidamente disponible en el medioambiente de D. audaxviator. D. audaxviator no solamente tiene el equipo para reducir sulfatos, sino que esta capacidad está respaldada por genes adicionales que parecen haber sido tomados de las arqueas por transferencia genética horizontal, es decir, la incorporación de material genético de una especie no relacionada.
Las arqueas, un dominio diferente al de las bacterias, atrajeron la atención por primera vez como extremófilas, aunque desde entonces se han descubierto muchas otras clases de ellas. En comunidades microbianas de las minas sudafricanas se han localizado hasta la fecha algo así como 280 tipos de bacterias y 44 tipos de arqueas.
D. audaxviator puede obtener su carbono desde un número de fuentes, dependiendo de los alrededores de donde se encuentre. Puede digerir azúcares y aminoácidos, lo que sugiere que una fuente de carbono podrían ser las células muertas de otros microbios en lugares donde la concentración de células lo permita. Pero en el medio fluido del nivel 104, donde la biodensidad es baja, D. audaxviator puede sobrevivir porque su genoma contiene también genes que permiten al organismo obtener carbono a partir del monóxido de carbono, del dióxido de carbono, del bicarbonato y de otras fuentes no biológicas.
Su nitrógeno proviene del amoníaco liberado por las rocas y disuelto en el fluido en el nivel 104, pero D. audaxviator posee también un gen para una nitrogenasa que podría, si fuera necesario, extraer nitrógeno desde sus alrededores después de convertirlo primero en amoníaco, un gen que también parece compartir con las arqueas de alta temperatura.
El organismo con forma de barra D. audaxviator fue recuperado de entre miles de litros de agua recogida en las profundidades de la mina Mponeng en Sud África. © Micrograph by Greg Wanger, J. Craig Venter Institute, and Gordon Southam, University of Western Ontario |
Otros genes compartidos con las arqueas confieren características tales como una defensa contra los virus, pero un sistema de autoprotección es único para el filo Firmicutes al que pertenece D. audaxviator: la capacidad de formar endoesporas, estructuras resistentes que sirven de escudo al ADN y al ARN evitando que se desequen, protegiéndolos también del calor, del hambre, y de los ataques químicos. Como muchas bacterias, D. audaxviator está equipada con un flagelo, una estructura parecida a un látigo que le permite nadar hacia fuentes de nutrientes tales como los que se pueden encontrar en los poros de las rocas y de otras superficies minerales.
Casi lo único que D. audaxviator no puede resistir es el oxígeno, lo que sugiere que no ha estado expuesta al oxígeno puro por un largo tiempo. Para que D. audaxviator haya evolucionado hasta alcanzar su notablemente versátil genoma, partes claves del cual comparte con las arqueas, debe haber estado en su profundo viaje durante muchas generaciones, quizás por tanto tiempo como el agua de la fractura en la que fue encontrada, que no ha visto la superficie durante millones de años.
“Parte de la fortaleza de la genómica comparativa proviene del hecho de que ahora tengamos los genomas de más de mil bacterias y arqueas, y a que sabemos qué es lo que esos genes pueden hacer”, dice Chivian. “En un nivel simple, nos permite observar un nuevo genoma y volver a armar su metabolismo, basándonos en los genomas mejor estudiados de esos otros microorganismos. Esto resulta ser particularmente poderoso para comprender mejor a los nuevos organismos del medioambiente que por otra parte no están bien caracterizados”.
Las notables capacidades de D. audaxviator dieron lugar a su nombre. El nombre del género Desulforudis fue acuñado por Tullis Onstott a partir de las palabras latinas para “del azufre” y “barra”, haciendo notar su forma y su capacidad de obtener energía a partir de los sulfatos. ¿Y “audaxviator”? Dylan Chivian encontró la clave en la novela “Viaje al centro de la Tierra”, de Julio Verne, en un mensaje (“convenientemente escrito en latín”, dice Chivian) descifrado por el protagonista, el profesor Lidenbrock, y que en parte reza: “descende, Audax viator, et terrestre centrum attinges” (desciende, audaz viajero, y alcanza el centro de la Tierra).
Un resistente bichito astronauta entusiasma a los astrobiólogos. |
La revelación en la pasada semana de que diminutos animalitos de ocho patas habían sobrevivido la exposición al duro medioambiente espacial en una misión orbital de la Tierra, es un apoyo más para la idea de que formas simples de vida podrían viajar entre los mundos.
El resistente tardígrado © Rick Gillis and Roger J. Haro, Department of Biology, University of Wisconsin - La Crosse |
Esta idea, llamada panspermia, no es nueva. Sostiene que las semillas de la vida están en todas partes (ver ¿Vida sin planetas?) y que la vida microbiana de la Tierra podría haber viajado hasta aquí proveniente de Marte, o incluso de otro sistema estelar, para luego evolucionar en la plétora de especies que hoy vemos. En esencia, podríamos ser todos marcianos (ver “Litopanspermia: sembrando vida en el cosmos” y “Somos meteoritos”).
En varias formas, el concepto de panspermia fue discutido por los científicos en el siglo XVIII, nuevamente en el siglo XIX, y luego fue ardorosamente examinado hace unos 30 años cuando Sir Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe popularizaron la idea. Sin embargo, los científicos “ortodoxos” descartaron la hipótesis, hasta incluso bien entrada la década de 1990.
Pero a lo largo del último decenio se ha insuflado una nueva vida en el asunto.
La mayoría de los científicos concuerda en que la pregunta principal que ha preocupado a la panspermia durante décadas, ¿puede la vida resistir un viaje entre planetas?, ya ha quedado establecida.
Un avance importantísimo resultó ser un estudio del año 2000 que llegó a la conclusión de que una roca marciana, descubierta en la Tierra, había permanecido, durante su violenta eyección desde el planeta rojo y su terrible pasaje por la atmósfera terrestre 16 millones de años después, lo suficientemente fría como para sostener vida, si la hubiera llevado a bordo.
Y el increíble relato de supervivencia de los diminutos tardígrados, también llamados osos de agua, es un recordatorio dramático de que la vida puede sobrevivir a un viaje espacial. Estas criaturas invertebradas del tamaño de un punto ortográfico resistieron durante 10 días de exposición, y luego de su regreso a la Tierra, los científicos descubrieron que incluso algunas de ellas, expuestas a la radiación solar, también lo habían logrado.
Si bien ya se había demostrado que organismos unicelulares podían sobrevivir en el espacio, los tardígrados son animalitos de ocho patas que pertenecen a una rama del árbol de la vida que es totalmente diferente a la de los microbios.
“Es un resultado emocionante que parece apoyar la idea de que formas de vida podrían ser intercambiadas entre planetas tales como la Tierra y Marte”, dijo David Morrison, un astrobiólogo del Centro de Investigación Ames de la NASA.
“Ahora sabemos que especies de tres grupos muy diferentes de organismos, bacterias, líquenes e invertebrados, son capaces de sobrevivir al menos durantes períodos cortos al vacío espacial, y también a algunas condiciones restringidas de radiación solar”, dijo K. Ingemar Jonsson, quien extendió fuera de la Universidad de Kristianstad, Suecia, el estudio de los tardígrados. “Y si están protegidos de la luz solar, todos estos grupos podrían sobrevivir durante varios meses, quizás años, en el espacio”.
De modo que para poder viajar por el espacio, parecería que los microbios o los animales pequeños necesitarían una roca para protegerlos. Igualmente importante, la criatura necesita un medioambiente amigable después de su llegada.
De Marte a la Tierra
Algunos científicos piensan que la vida podría haberse originado en Marte y después haber viajado a la Tierra a bordo de un meteorito lanzado al espacio por un impacto de asteroide.
“Hace 4 500 millones de años Marte ya poseía una corteza estable, en una época en que la Tierra continuaba todavía en los estertores de su recuperación luego del impacto que formó a la Luna”, dijo Jay Melosh del Laboratorio Lunar y Planetario de la Universidad de Arizona. “Por lo tanto, las condiciones marcianas eran conducentes al origen de la vida mucho antes que las de la Tierra”.
Melosh explica lo que podría haber sucedido a continuación: “Una vez que la vida apareció en Marte, el Bombardeo Pesado Tardío (montones de rocas gigantescas se estrellaron contra la Tierra y contra Marte hace unos 4 000 millones de años) habría proporcionado abundantes medios de transporte para la diáspora Marte-Tierra. Dado el actualmente muy hostil medioambiente superficial marciano, no me sorprendería que la vida se hubiera agotado posteriormente (aunque es posible que alguna forma de vida persista todavía en la sub-superficie, subsistiendo con las cosechas químicas y energéticas del todavía activo vulcanismo marciano)”.
Melosh piensa que este escenario “es una apuesta excelente”.
El químico sueco (premio Nobel en 1903) Svante August Arrhenius (19/02/1859 - 02/10/1927), fue el primero en proponer la idea de la panspermia. © Wikipedia |
¿Pero, podría lo opuesto ser verdadero? ¿Podría la vida haberse originado en la Tierra y después haber sido transportada a Marte?
“El Marte actual es tan hostil y carente de alimentos y de agua líquida en su superficie, que es muy improbable que pudiera sobrevivir cualquier organismo transportado naturalmente”, dijo Melosh.
Los investigadores creen que hemos enviado gran cantidad de microbios hacia la luna y hacia Marte, en nuestras naves espaciales. Pero la mayoría no piensa que tengan muchas oportunidades de sobrevivir. Según dicen, solamente debajo de la superficie marciana, donde un organismo terrestre podría encontrar protección contra la radiación y donde pudiera haber agua líquida, la colonización podría ser un riesgo potencialmente serio.
“Mientras operemos sobre la superficie marciana, habrá un riesgo muy pequeño, ya que las condiciones superficiales son muy duras”, dijo Morrison. “Recordemos que el asunto no es simplemente sobrevivir, sino tener la capacidad de crecer y reproducirse”.
Es muy improbable que los microbios que se las arreglen para mantenerse adheridos a una nave espacial a lo largo de un viaje de seis meses hasta Marte, se bajen del vehículo una vez que estén allí, según un estudio realizado por Andrew Schuerger de la Universidad de Florida. Y si saltan al suelo, dijo Schuerger, hay 13 “factores biocidas” que prometen una muerte casi segura para las especies invasoras. Desde daños en el ADN hasta la esterilización, sería muy improbable que los microbios supérstites pudieran reproducirse con éxito.
Schuerger ha realizado múltiples experimentos para reproducir la vida entre criaturas resistentes bajo condiciones similares a las marcianas. Una gran diferencia entre la Tierra y Marte es la extremadamente delgada atmósfera del planeta rojo, que posee aproximadamente un uno por ciento de la densidad de la nuestra.
“No he logrado que ningún organismo crezca bajo las condiciones de la presión superficial marciana”, dijo en una entrevista telefónica. “Soy escéptico de que un microorganismo pueda ser desplazado de una nave espacial, que llegue a la superficie de Marte, y que pueda medrar”.
¿Y de estrella a estrella?
La panspermia interestelar continúa siendo una propuesta improbable en la mente de la mayoría de los científicos.
Múltiples estudios han demostrado que la materia prima de la vida es común alrededor de otras estrellas, y de hecho, las semillas mismas de la vida conocidas como aminoácidos podrían también encontrarse por todos lados. La vida, por lo tanto, podría ser común alrededor de otras estrellas, según dicen los científicos.
Pero viajar de una estrella a otra es un asunto completamente diferente. Tomaría al menos cuatro años viajar desde nuestro sistema solar hasta la estrella más cercana… y eso sería así si la roca viajara a la velocidad de la luz, lo que es totalmente imposible.
“Los saltos estrella-estrella son tan improbables y toman tanto tiempo para completarse que tengo muchas dudas de que la panspermia haya ocurrido por este mecanismo, al menos por medios naturales”, dijo Melosh.
Incluso la idea de que “todos somos marcianos” permanece siendo muy poco probable para muchos investigadores, quienes invocan la “navaja de Occam” (la solución más simple es a menudo la mejor).
“Es plausible que nuestros primeros progenitores fueran transportados hasta aquí”, sostuvo Schuerger, “pero creo que es un método complicado. Pienso que es mucho más fácil decir que la vida comenzó en la Tierra y que evolucionó aquí”.
Nuestro planeta nació caliente. La Tierra fue formada hace unos 4 500 millones de años por rocas que golpearon tan violentamente unas con otras que se fundieron y se unieron entre sí.
El robot Jason II examina el conducto hidrotermal Medusa, una chimenea mineral tipo “fumarola negra” que despide agua caliente oscurecida por el hierro. Este conducto está localizado a unos 2 800 metros de profundidad en una sección de la cordillera volcánica que corre por el suelo del océano Pacífico frente a Costa Rica. En estos sistemas hidrotermales pueden encontrarse termófilos viviendo allí. © Duke University |
Hace unos 4 300 millones de años, cuando ya la Tierra había dejado de ser golpeada continuamente por enormes rocas del espacio exterior, el magma se había enfriado y había comenzado a formarse la corteza continental. El vapor de agua atmosférico cayó en forma de lluvia y creó océanos sobre la joven superficie. La vida podría haberse originado no mucho después.
La cálida naturaleza de los primeros días de nuestro planeta parece haberse reflejado en el árbol de la vida; las ramas más antiguas pertenecen a los termófilos, microbios que prosperan a temperaturas de 50ºC o más. Estas formas unicelulares de vida pueden ser encontradas hoy en día viviendo en ventilas volcánicas debajo del mar, o en humeantes géiseres como los del Parque Nacional de Yellowstone.
Pero todavía continúa habiendo dudas sobre la temperatura de la Tierra durante el origen de la vida, y sobre si los termófilos representan realmente la primera vida que apareció sobre nuestro planeta.
Para escudriñar en el pasado, los científicos observan las rocas más antiguas. Estas rocas pueden decirnos cuáles eran los gases que componían la atmósfera y la clase de interacciones químicas que estaban teniendo lugar en el medioambiente. Desafortunadamente, la mayoría de las rocas en nuestro planeta ha sido alterada irremediablemente y su historia ha sido borrada. Las placas tectónicas que componen la corteza del planeta chocan unas con otras para construir montañas y se hunden una debajo de otra para fundirse nuevamente.
Sin embargo, algunas rocas han escapado de este programa de reciclado y entierro debido al azar geográfico. Groenlandia posee las rocas sedimentarias más antiguas, que datan de hace unos 3 800 millones de años. Recientemente, se han descubierto en Canadá rocas que tienen 3 750 millones de años de antigüedad, mientras que Australia y Sud África tienen rocas de 3 500 millones de años.
Las rocas más antiguas son gneisses volcánicos del noroeste de Canadá que tienen 4 000 millones de años de edad, pero las rocas que se formaron debajo de un volcán no pueden decirnos mucho sobre el medioambiente superficial. Las rocas sedimentarias se forman por la lenta acumulación de capas de suelo y esto, junto con los fósiles que quedan atrapados dentro de esas capas, proporcionan una imagen mejor acerca de cómo era el medioambiente.
Una roca sedimentaria de 3 750 millones de años de antigüedad proveniente del norte de Québec, en Canadá. Las rocas antiguas como ésta pueden proporcionar una ventana al pasado, indicando cómo era el medioambiente de la Tierra. © University of Chicago |
Los científicos están estudiando estas rocas para comprender mejor cómo y cuándo la Tierra comenzó a enfriarse. Sin embargo, el clima es un fenómeno complejo y muchos factores pueden afectarlo. Los científicos que observan los diferentes aspectos del registro rocoso terminan a menudo discrepando sobre el pasado.
Hace 4 000 millones de años el Sol era una estrella joven poco luminosa, así que la Tierra recibía menos radiación solar. La temperatura de un planeta depende, sin embargo, de algo más que de la estrella alrededor de la cual orbita. Nuestro vecino planetario Venus tiene una temperatura superficial que excede los 400ºC. Si bien Venus está más cerca del Sol que la Tierra, la razón principal para este clima tan caliente es la espesa atmósfera de invernadero del planeta que atrapa al calor.
Los modelos teóricos sugieren que la primera atmósfera de la Tierra estaba compuesta por gases de invernadero como el dióxido de carbono, el metano y el vapor de agua, así como por hidrógeno y nitrógeno. Esta densa atmósfera habría hecho que la Tierra tuviera una temperatura abrasadora. Después de este punto, nuestro conocimiento sobre los cambios climáticos que ocurrieron es tan nebuloso como la misma atmósfera.
Algunos científicos, como Norm Sleep de la Universidad de Stanford, piensan que la Tierra primitiva se enfrió rápidamente, una vez que surgió la tectónica. Los minerales carbonatados que se formaron debido a los altos niveles de dióxido de carbono en el agua y en la atmósfera habrían quedado sepultados, quitando de circulación una gran cantidad de carbono, lo que resultó en una atmósfera con menos dióxido de carbono.
Unas proporciones menores de este gas de invernadero habrían producido un enfriamiento rápido, hasta que las temperaturas promediaron unos moderados 30ºC. De hecho, Sleep cree que los niveles primitivos de CO2 eran tan bajos que en varias ocasiones la antigua Tierra se convirtió en una bola de nieve; estaba tan fría que el planeta que el planeta quedaba casi totalmente cubierto por una corteza de hielo.
La Tierra podría haber sufrido varias fases “bola de nieve”, según algunos científicos. Durante estos períodos, nuestro planeta pudo haber estado cubierta por hasta un kilómetro de hielo. © Sandy Shipley |
Otros científicos, como David Schwartzman de la Universidad de Howard, piensan que la Tierra primitiva permaneció caliente. Schwartzman no cree que la tectónica haya sepultado todo el carbono. En cambio, dice que el dióxido de carbono permaneció siendo un factor climático importante por largo tiempo, manteniendo una Tierra muy caliente hasta hace unos 1 500 millones de años, con temperaturas que en promedio alcanzaban entre 50ºC y 70ºC.
“Había al menos un bar de presión de dióxido de carbono hasta hace unos 2 800 millones de años”, dice Schwartzman. “Esto equivale a unas 10 000 veces el nivel que tenemos ahora”.
Alrededor de esa época, las cianobacterias y otras formas de vida microbiana comenzaron a proliferar y a engullir enormes cantidades de carbono. Entonces el metano, que era producido por algunos de estos florecientes microbios, se convirtió en un gas más dominante. Para entonces, el metano era unas 10 veces menos abundante que el CO2, “pero un poco de metano hace mucho, tal como sabemos por el calentamiento global actual”, dice Schwartzman.
El metano continúo manteniendo caliente a la Tierra hasta hace unos 2 300 millones de años, pero entonces un gas residual producido por las cianobacterias comenzó a tener un gran impacto. Este gas residual era el oxígeno, y se ha estado acumulando por millones de años. El oxígeno reaccionó con el metano, y a medida que los niveles de metano descendieron, también lo hicieron las temperaturas.
Schwartzman opina que ocurrieron breves períodos de enfriamiento durante esa tendencia generalizada al calentamiento. Hubo un período glacial hace unos 2 900 millones de años, y otro hace 2 300 millones de años. Schwartzman acredita ambas glaciaciones al aumento del oxígeno en la atmósfera. Las temperaturas rebotaron después de la primera glaciación, únicamente para experimentar breves pero drásticas caídas en los años posteriores.
Micrografías fluorescentes de cianobacterias. Estos organismos productores de oxígeno iniciaron el proceso que aumentó la concentración del oxígeno atmosférico de la Tierra. © Mary Sarcina, University College London. |
La tendencia generalizada a un clima cálido finalizó cuando el oxígeno dejó de encontrar elementos para reaccionar y los niveles del oxígeno atmosférico comenzaron a estabilizarse.
Jim Kasting de la Universidad del Estado de Pennsylvania tiene una opinión diferente. En lugar de un escenario con un largo período cálido seguido de un enfriamiento relativamente reciente, o de una temprana e inmediata caída de la temperatura como el escenario de Sleep, Kasting cree que el enfriamiento de la Tierra fue más gradual. Dice que nuestro planeta tempranamente caliente comenzó a enfriarse hace unos 4 000 millones de años y que, gracias al enterramiento del carbono por causa de la tectónica, hace unos 2 900 millones de años ya se había enfriado lo suficiente como para desarrollar glaciares.
Los científicos debaten sobre los diferentes indicios de temperaturas pasadas en el registro rocoso. Discuten sobre la proporción de isótopos de oxígeno a través del tiempo geológico, la tasa de enterramiento de la tectónica, la alteración del sílice, el efecto de la biología sobre las tasas de erosión, y varios otros procesos complicados y a menudo interrelacionados que pueden convertir algo tan simple como una roca en un palimpsesto de misterio histórico.
Para los astrobiólogos, la pregunta definitiva sobre el clima inicial de la Tierra es: ¿qué temperatura se necesitó para la aparición de la vida? O, quizás, ¿puede la vida surgir en diferentes regímenes de temperatura? Muchos científicos, incluyendo a Schwartzman, piensan que la vida sobre la Tierra se formó en los conductos hidrotermales ultra-calientes del suelo oceánico. Si bien la naturaleza profundamente enraizada de los termófilos en el árbol de la vida apoya esa idea, algunos científicos hacen notar que la delicada maquinaria de la vida, tales como las proteínas y las moléculas de ADN, a menudo se descomponen con las altas temperaturas. Sleep, mientras tanto, cree que la vida probablemente se originó en condiciones frías, donde los ciclos de congelamiento-descongelamiento crearon el desequilibrio energético necesario. Sin embargo, Kasting opina que probablemente la vida se formó a temperaturas moderadas, después de que la Tierra hubiera recibido toneladas de productos orgánicos complejos a través de impactos meteóricos y cometarios.
Quizás la respuesta sobre la temperatura inicial de la Tierra (y de la vida) se encontrará en la propia vida. En un informe publicado recientemente en la revista Nature, los científicos reconstruyeron proteínas de antiguas bacterias para medir la temperatura de la Tierra a lo largo de las edades. Comparando la sensibilidad al calor de las proteínas reconstruidas, descubrieron que la vida se había desarrollado en un medioambiente cálido a 75ºC hace 3 500 millones de años, y que este medioambiente se enfrió gradualmente hasta los 40ºC hace unos 500 millones de años.
“Estudiando las proteínas codificadas por estos genes primordiales pudimos inferir información sobre las condiciones ambientales de la Tierra primitiva”, dice Eric Gaucher, presidente de investigación científica en la Fundación para la Evolución Molecular Aplicada en Gainesville, Florida, y científico principal del estudio. “Los genes evolucionan para adaptarse a las condiciones ambientales en las que viven los organismos. La resurrección de estos genes extintos hace mucho tiempo nos da la oportunidad de analizar y diseccionar los antiguos entornos que han sido registrados en la secuencia genética. Esencialmente, los genes se comportan como fósiles dinámicos”.
La propuesta original
En 1908, Svante Arrhenius (1859-1927), científico sueco premio Nóbel en química, utilizó por primera vez la palabra panspermia (del griego pan = todo y spermia = semilla) para explicar la aparición de la vida sobre la Tierra. Básicamente, propuso que microorganismos (esporas) que escapaban por movimientos aleatorios de la atmósfera de planetas con vida viajaban posteriormente por el espacio impulsados por la presión de la radiación estelar, y finalmente colonizaban los planetas que tuvieran las condiciones necesarias para su desarrollo, como la Tierra.
Estudios posteriores realizados por el fisiólogo francés Paul Becquerel (1879-1955) demostraron que algunas bacterias retenían su poder germinativo luego de dos años en el vacío y bajo un frío extremo. En el curso de sus investigaciones también demostró que la radiación ultravioleta las destruía rápidamente, con lo cual asestó un golpe casi mortal a la teoría.
La propuesta alternativa
Sin embargo, la idea seguía siendo atractiva, y en la década de 1960 surgió una variante, por la cual se sugirió que los microorganismos podían viajar en el espacio protegidos dentro de cometas. El material cometario serviría como un escudo de protección contra la peligrosa radiación que permea el espacio.
Sus principales impulsores fueron los físicos Fred Hoyle (Inglaterra: 1915-2001), también famoso por su teoría cosmológica del “estado estacionario” contrapuesta al “Big Bang”, y Chandra Wickramasinghe (Sri Lanka: 1939-). Este último dice: “Mi contribución astronómica más significativa ha sido el desarrollo de la teoría de gránulos orgánicos en los cometas y en el medio interestelar. Este trabajo fue realizado en los ’70 y los ’80, ¡y es ahora aceptado por todos casi sin recordar sus orígenes! También siento que he jugado un papel en el nacimiento de la ciencia de la astrobiología”.
Esta variante de la panspermia recibió un gran impulso cuando en 1969 la nave Apolo XII trajo desde la Luna los restos de la sonda Surveyor III, que se había estrellado contra nuestro satélite dos años antes. Entre ellos se encontraron colonias de microorganismos que habían sobrevivido el viaje hasta allí y la permanencia en la superficie lunar, a pesar de las condiciones extremas de frío y vacío.
Por otro lado, en 2006, un grupo investigadores del CAB (Centro de Astrobiología en Torrejón de Ardoz, España) liderados por Elena González Toril demostró que algunos microorganismos (bacterias oxidantes del hierro) pueden crecer y sobrevivir contando como única fuente de “alimentación” la disponible en un meteorito de hierro (en realidad, este tipo de objetos está compuesto por varios metales, especialmente hierro, níquel y cobre).
Comprobando la primera fase
El primer paso de la litopanspermia sería la eyección de organismos vivos desde una superficie planetaria hacia el espacio exterior. Únicamente un impacto cósmico cataclísmico (es decir, un cometa o un meteorito gigantesco chocando con un planeta, como el de Chicxulub, por ejemplo, que podría ser el causante de la extinción de los dinosaurios) podría generar las fuerzas suficientes como para lanzar rocas hacia el espacio a una velocidad superior a la de escape.
Y ese ha sido desde el principio un problema importante para la teoría. ¿Podrían los organismos vivos sobrevivir a los efectos de esas fuerzas tremendas?
Pues bien, parecería que sí. En un informe de la revista Astrobiology, Gerda Horneck y un grupo de colaboradores describen una serie de experimentos de recuperación de choques diseñados para simular las condiciones causadas por un acontecimiento cósmico de esa categoría.
Los científicos colocaron capas de tres microorganismos (esporas bacteriales, cianobacterias endolíticas y líquenes epilíticos) entre discos de gabbro (una roca basáltica análoga a las marcianas), y luego las sometieron a presiones de impacto similares a las que habrían sido necesarias para su expulsión desde Marte. De esa forma, pudieron determinar la capacidad de supervivencia de los microorganismos.
Según los autores del informe, los organismos estudiados se muestran como “autostopistas potenciales dentro de rocas eyectadas por impacto”, y son claros ejemplos de que los microbios pueden superar condiciones ambientales de extrema tensión.
En el capítulo 4 del informe, “Discusión”, escriben los científicos: “En este estudio hemos enfrentado la siguiente cuestión: ¿pueden los organismos endolíticos sobrevivir las severas condiciones de un impacto meteorítico y el evento de eyección, por ejemplo, desde la superficie de Marte o de otro hipotético planeta habitado de masa comparable?”.
Y responden a esa pregunta en el capítulo 5, “Conclusiones”: “Nuestros resultados aumentan el número de organismos potenciales que podrían ser capaces de sembrar una superficie planetaria después de eventos “tempranos” de impacto muy grandes y sugieren que un escenario como ese podría ser posible con diversos organismos”.
Vida en el universo
La teoría de la panspermia no resuelve el problema del origen abiótico de la vida, y no pretende hacerlo, al menos en su versión moderna.
La presencia de compuestos orgánicos en el espacio, cercano y lejano, en sistemas solares o en las vastedades interestelares, indica que en todas partes existen “ladrillos vitales” que pueden combinarse, dadas las condiciones necesarias, para el surgimiento de la vida.
Pero la teoría nos indica que esa vida, una vez iniciada, puede trasladarse de planeta en planeta, generando tal vez una base biológica común para todo un sistema estelar… o incluso para porciones más o menos cercanas de una galaxia.
Claro que solamente podremos comprobarlo empíricamente cuando, en un futuro más o menos cercano, analicemos las características de una forma de vida extraterrestre… un estudio que seguramente haremos algún día.